Cuando miras fijamente una puerta durante muchos días seguidos y esperas que se abra te desespera la larga espera, pero sabes que posees suficiente paciencia y mucho tiempo por delante, la vida está llena de oportunidades.
Pasan los días, y observas, y cuando estás a punto de irte otro día más, pling!!! aparece lo que esperabas, te sorprende y te distrae de la desesperación en la que estabas sumida producto de una larga espera, de haber estado expectante durante cierto tiempo... y piensas que sí, que es posible que pueda aparecer lo que deseas que aparezca.
Sin embargo, cuando miras fervientemente esa misma puerta, esperando con todas tus ganas a que haga acto de presencia algo que ansías y esa puerta no se abre... la decepción se torna desesperación y la esperanza se va encogiendo.
Ora no se abre ora se abre y voilà, estallas de emoción... esa esperanza se dispara por encima de los niveles mínimos, se dilatan las pupilas y se acelera el corazón.
Lástima!!!
Aparece lo que no esperabas aunque es agradable igual...
La desesperación a la que acababa de desterrar en ese instante en el que el pomo de la puerta empezó a girar, renace como el ave fénix vistiéndose con el hábito púrpura de la decepción, al final una se acostumbra a ciertas cosas, y el color púrpura también tiene mucho encanto. Un color para una frustración que poco a poco se va haciendo mayor, inversamente proporcional a la esperanza, que sobrevive sólo cuando se alimenta.
Todos los días me asomo a esa puerta... a sus labios, esperando que mi corazón, que mi amor se alimente también de sus palabras, pero sólo las que salen del corazón, las que hablan directamente a mi alma
.... una mirada
un abrazo
un gesto
un suspiro
y sus palabras
...mi alimento